Marta Muñiz Rueda, una mujer valiente y que supura arte por todos sus poros materializándolo a través de diversos títulos literarios publicados, como "Anna y las estrellas" o "Tiempo de cerezas", mientras deleita con conciertos de piano siempre y cuando sus partituras no jueguen al escondite.
Tocando, así abrió y cerró la tertulia de este martes. En la primera me envolvió, con el tango final me trasladó. Mis brazos de pronto permitían deslizar a mis manos por las teclas del piano, por su vida melódica de un plano superior. A tal estímulo colaboró improvisadamente Javier Del Prado Biezma simulando tocar cada acorde, entonces ya sí fue inevitable sentir que todos lo tocamos al unísono.
Pero no fue el único momento de enlazarme con la artista, también sucedió mediante el nexo de poesía-naturaleza. Porque, como ya adelantaba el título de esta publicación, nos contó sobre maravillosos encuentros poéticos los cuales se producían en la calle fuese cual fuese la estación. E imaginarme a un grupo de personas recitando sin permitir que la lluvia, el frío o el calor les restase voz, me poseyó como si fuese un ente abstracto entre ellos disfrutando, simplemente, del arte sin ataduras, del arte libre y profundamente pasional, del arte puro.
Entonces surgieron artistas leoneses, bastantes de hecho, ninguno se quería escapar. Tampoco podía ausentarse pues Antonio Gamoneda, del que Marta nos dibujó mentalmente como esa persona ya de edad elevada pero de indudable vena poética con tan solo su presencia. Y recordé su "Cecilia", volví incluso a sus versos. Fue como saludarle en persona, saludar a un autor al que leí, gracias a proyectarle con la cercanía que lo hizo Marta.
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Abel Jara Romero