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viernes, 5 de marzo de 2021

Cuando se auna el sentimiento de extranjería con la heroicidad constante de las lacras cotidianas


Ayer mi día despertaba leyendo un reciente TFG (Trabajo de Fin de Grado) de Periodismo de la Universidad Complutense de Madrid. El estudio con el que me encontré, y en el que se basaba, trataba sobre la carencia existente en España para informar y tener en cuenta, con absoluta equidad en todos los ámbitos, al África subsahariana. En él se proponen nuevos modelos periodísticos muy alcanzables y se incide en la realidad de que ambas partes saldrían beneficiadas. Y es que es muy certero que, incluso en los minutos de noticiarios internacionales, África aún no aparece y cuando lo hace parece relegada a etiquetas y percepciones absurdas que se extienden proyectando al continente en las mentes europeas desde una posición que dista mucho de lo que viven y son sus habitantes.

Por la tarde, me conectaba a la tertulia organizada y moderada por Juan Jose Moragrega, y una de las contertulianas participaba desde Senegal. Ella podría dar buena cuenta de lo dicho en el anterior párrafo, pues vive en primera persona lo que sucede y lo que es África y, al mismo tiempo, tiene la oportunidad de ser consciente de lo que recibe el resto del planeta de ese bello lugar cuna de la humanidad. Pero fue Mariwan Shall, el ponente principal, quien nos sumió en el sentimiento de extranjería a través de diversas referencias, filósofos y autores como Albert Camus, con su título "El hombre rebelde", o su encariñado Nietzsche al que siempre tiene presente por el jugo que ha sacado estudiando su pensamiento. Gracias a la exposición de Mariwan surgieron propuestas como la que inició Antonio Infante, y que apoyamos y compartimos seguidamente otros de los allí presentes: si profundizamos un poco, si reflexionamos, todos somos extranjeros ya que nos topamos con diferentes personas cuyos ideales y caminos vitales difieren de los propios. Esto me pareció acertadísimo.

Del mismo modo, surgieron debates como qué debe pesarnos y transmitirse más, la heroicidad lírica o la heroicidad rutinaria. Aunque en todo ha de haber una moderación y siempre se pierden aprendizajes cuando uno se inclina a favor absoluto de un polo, en este caso sí pienso que debe contener un poquitirrinín más de foco la heroicidad mundana para así crear heroicidades artísticas más de piel y, por ende, más trepidantes. El héroe de ayer, por todo lo que nos ofreció culturalmente luchando contra las dificultades de controlar un idioma no nativo, Mariwan, me hizo sonreír cuando apuntó con cierto sentido 'llevo en España 25 años y no entiendo cuando veo a otros extranjeros que han venido en busca de una nueva vida y, sin embargo, lo que finalmente hacen es traerse su cultura aquí: comen lo que comían en su país, se emparejan entre los que también han llegado del mismo país... ¡dónde está el aprendizaje de abrir la mente a nuevas culturas para crecer!'.

Personalmente, me quedo con su apuesta permanente hacia evolucionar desde lo humano. Desde ahí es desde donde siempre podremos apaciguar el vacío y el dolor que genere la extranjería de ser únicos.

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Abel Jara Romero

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