Él, su hijo, desde ese instante empezó a ser padre. Tenía que protegerla, acompañarla, pensar y hasta sentir por ella. Y ella, la madre convertida en hija, de vez en cuando le devolvía pedacitos de aquel pretérito abrazo. Con cada uno de ellos, ella le transmitía a él agradecimiento y el calor que un hijo precisa de su madre. O, quizá, el amor que un padre requiere de su hija.
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jueves, 28 de noviembre de 2019
Báculo
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Abel Jara Romero
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12:43
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El barrio vallecano de la capital española es el patio en el que juego y curioseo desde niño: sus árboles me inyectan la sabiduría del tiempo; sus miradores, puentes y cuestas me acercan al cielo que me conecta con el universo; sus carriles bici me brindan el placer de sentirme un poco más libre; su gentío me interioriza lo maravillosa que es la diversidad; y mi existencia dejando rastro por sus calles es la certeza de que pertenezco a una sociedad que me aporta y a la que espero aportar. No obstante, mi alma no se limita a una región, ciudad, país o continente, pues ella pretende enriquecerse ahondando en cada ser vivo que protege nuestro hogar llamado Tierra.
No soy mi nombre, no soy mi físico, ni siquiera soy lo que creo ser. Ando buscando de puntillas descubrir quién verdaderamente soy, pero es que cada instante conforma un yo con sus sutilezas y complejidades.
jueves, 21 de noviembre de 2019
Ambivalente
Tu presencia distanciada es heladez cálida, un abrazo constante sin presiones corporales. Conversar contigo, entre silencios que exploran a la reflexión más despreocupada, deriva en divagar en mí mismo alejándome del yo más consciente. Un sentir sin sentido en el cual investigo recovecos desconocidos que tú bien conoces.
Me haces ser el cobarde más valiente, el débil con la mayor fuerza existente. Potencias mis ganas en plena desidia, levantarme feroz ante cualquier zancadilla. Ser el dragón que vuela desde una silla, ser un ser que ni él mismo imagina. ¡Cuán grande será tu valía! Que hasta me cedes una inmensa parte de tu diminuta energía, la más potente jamás contraída.
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Abel Jara Romero
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14:24
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Creatividad
El barrio vallecano de la capital española es el patio en el que juego y curioseo desde niño: sus árboles me inyectan la sabiduría del tiempo; sus miradores, puentes y cuestas me acercan al cielo que me conecta con el universo; sus carriles bici me brindan el placer de sentirme un poco más libre; su gentío me interioriza lo maravillosa que es la diversidad; y mi existencia dejando rastro por sus calles es la certeza de que pertenezco a una sociedad que me aporta y a la que espero aportar. No obstante, mi alma no se limita a una región, ciudad, país o continente, pues ella pretende enriquecerse ahondando en cada ser vivo que protege nuestro hogar llamado Tierra.
No soy mi nombre, no soy mi físico, ni siquiera soy lo que creo ser. Ando buscando de puntillas descubrir quién verdaderamente soy, pero es que cada instante conforma un yo con sus sutilezas y complejidades.
miércoles, 13 de noviembre de 2019
Café
Y crecemos. Y vivimos. Y sentimos, o dejamos de sentir...
Queriendo experimentar y probar nuevos sabores, nuevas experiencias y nuevas sensaciones, caemos en el adictivo café. Ese oscuro y amargo líquido que da también nuestra madre naturaleza. Es como una nueva realidad, un nuevo plano existencial. La palabra amor sigue conteniendo cuatro letras bellas y sonoras. Sin embargo, parece que ha mutado su significado como cuando un desapercibido gusano de seda metamorfosea para volar. No se sabe si esto de beber café en lugar de cacao puede considerarse volar, todo se vuelve relativo y personalizado. Si con el cacao todos sabíamos que era dulcemente doloroso, con el café de pronto vivimos en un universo repleto de sutiles pellizcos. Hay quienes sienten un manchado como suficiente riesgo, quizá por desconfianza o autoprotección. Quienes prefieren un cortado dándolo todo, pero con un as bajo la manga. Por último, están los que se atreven a rendirse a la dosis plena de café creyendo que puede ser el cacao del adulto... hay afortunados a los que les resulta así, pero otros tantos acaban tan obsesionados en hallar el café destinado a ellos que la vida se les consume sin haberlo probado.
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Abel Jara Romero
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22:46
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Reflexiones
El barrio vallecano de la capital española es el patio en el que juego y curioseo desde niño: sus árboles me inyectan la sabiduría del tiempo; sus miradores, puentes y cuestas me acercan al cielo que me conecta con el universo; sus carriles bici me brindan el placer de sentirme un poco más libre; su gentío me interioriza lo maravillosa que es la diversidad; y mi existencia dejando rastro por sus calles es la certeza de que pertenezco a una sociedad que me aporta y a la que espero aportar. No obstante, mi alma no se limita a una región, ciudad, país o continente, pues ella pretende enriquecerse ahondando en cada ser vivo que protege nuestro hogar llamado Tierra.
No soy mi nombre, no soy mi físico, ni siquiera soy lo que creo ser. Ando buscando de puntillas descubrir quién verdaderamente soy, pero es que cada instante conforma un yo con sus sutilezas y complejidades.
lunes, 4 de noviembre de 2019
Trigésima segunda poesía
"Energía fractal"
Los rayos retumban en el interior del cerebro,
relámpagos humanos recorriendo el cuerpo.
Destellos morados ramifican el buen veneno,
elixir disipado absorbido para crear nuevos.
Ruidosa nervadura principal la del corazón,
estruendo latente en el envés o parte inferior.
Retrona hacia el pecíolo vibrando como tambor,
su estípula revolotea el organismo sin contención.
Cristalizados copos de nieve los arbolados pulmones,
la pleura protectora se deshiela cuando en sí llueve.
Remos de madera congelada los bronquiolos verdes,
susurran a los creativos alveolos un verso breve.
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Abel Jara Romero
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14:13
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Mis poesías
El barrio vallecano de la capital española es el patio en el que juego y curioseo desde niño: sus árboles me inyectan la sabiduría del tiempo; sus miradores, puentes y cuestas me acercan al cielo que me conecta con el universo; sus carriles bici me brindan el placer de sentirme un poco más libre; su gentío me interioriza lo maravillosa que es la diversidad; y mi existencia dejando rastro por sus calles es la certeza de que pertenezco a una sociedad que me aporta y a la que espero aportar. No obstante, mi alma no se limita a una región, ciudad, país o continente, pues ella pretende enriquecerse ahondando en cada ser vivo que protege nuestro hogar llamado Tierra.
No soy mi nombre, no soy mi físico, ni siquiera soy lo que creo ser. Ando buscando de puntillas descubrir quién verdaderamente soy, pero es que cada instante conforma un yo con sus sutilezas y complejidades.
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