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jueves, 28 de noviembre de 2019

Báculo


Daba igual el mundo, daba lo mismo el hogar. Lo que de verdad se había roto estaba dentro de ella, en las profundidades más recónditas de su alma. Y eso, eso le acababa de anular como persona. Estaba destruida, destrozada como un puzzle de pequeñas piezas totalmente desbaratado. Hasta ese abrazo, ese abrazo que, aunque no la recompusiese del todo, la mantuvo con vida.

Él, su hijo, desde ese instante empezó a ser padre. Tenía que protegerla, acompañarla, pensar y hasta sentir por ella. Y ella, la madre convertida en hija, de vez en cuando le devolvía pedacitos de aquel pretérito abrazo. Con cada uno de ellos, ella le transmitía a él agradecimiento y el calor que un hijo precisa de su madre. O, quizá, el amor que un padre requiere de su hija.

jueves, 21 de noviembre de 2019

Ambivalente


Tu presencia distanciada es heladez cálida, un abrazo constante sin presiones corporales. Conversar contigo, entre silencios que exploran a la reflexión más despreocupada, deriva en divagar en mí mismo alejándome del yo más consciente. Un sentir sin sentido en el cual investigo recovecos desconocidos que tú bien conoces.

Eres junio invernal, calor frío bajo el soleado blanco cielo. Eres manta de manga corta arropando la sudorosa gélida piel. Eres hojas secas recién florecidas. Eres gris colorido, ánimo tenue iluminado. Eres la tristeza más alegre, la seriedad sonriente. Eres el dolor sostenido por la felicidad que te envuelve. Eres la soledad que mejor acompaña, la carencia afectiva más apegada.

Me haces ser el cobarde más valiente, el débil con la mayor fuerza existente. Potencias mis ganas en plena desidia, levantarme feroz ante cualquier zancadilla. Ser el dragón que vuela desde una silla, ser un ser que ni él mismo imagina. ¡Cuán grande será tu valía! Que hasta me cedes una inmensa parte de tu diminuta energía, la más potente jamás contraída. 

miércoles, 13 de noviembre de 2019

Café


Recuerdo los tiempos en los que el amor era cacao con leche. Esa inocente taza de desayuno de la que se bebían besos y caricias imaginadas. Cuando su sabor era tan perfecto y con la temperatura tan óptima que era imposible no sonreír con todo el rostro. Ese sentimiento ingerido impermeable para cualquier intento de toxicidad. Un trago chocolateado que al sentirlo te convencía de ser invencible, poder contra todo poder. Pero también el mayor veneno conocido, uno que brotaba por los lagrimales hasta quemarte la piel y el alma por no ser correspondido o llevarte una decepción. Tenía esa capacidad, la condenada emoción indescriptible e indescifrable era todo intensidad.

Y crecemos. Y vivimos. Y sentimos, o dejamos de sentir...

Queriendo experimentar y probar nuevos sabores, nuevas experiencias y nuevas sensaciones, caemos en el adictivo café. Ese oscuro y amargo líquido que da también nuestra madre naturaleza. Es como una nueva realidad, un nuevo plano existencial. La palabra amor sigue conteniendo cuatro letras bellas y sonoras. Sin embargo, parece que ha mutado su significado como cuando un desapercibido gusano de seda metamorfosea para volar. No se sabe si esto de beber café en lugar de cacao puede considerarse volar, todo se vuelve relativo y personalizado. Si con el cacao todos sabíamos que era dulcemente doloroso, con el café de pronto vivimos en un universo repleto de sutiles pellizcos. Hay quienes sienten un manchado como suficiente riesgo, quizá por desconfianza o autoprotección. Quienes prefieren un cortado dándolo todo, pero con un as bajo la manga. Por último, están los que se atreven a rendirse a la dosis plena de café creyendo que puede ser el cacao del adulto... hay afortunados a los que les resulta así, pero otros tantos acaban tan obsesionados en hallar el café destinado a ellos que la vida se les consume sin haberlo probado.

lunes, 4 de noviembre de 2019

Trigésima segunda poesía


"Energía fractal"

Los rayos retumban en el interior del cerebro,
relámpagos humanos recorriendo el cuerpo.
Destellos morados ramifican el buen veneno,
elixir disipado absorbido para crear nuevos.

Ruidosa nervadura principal la del corazón,
estruendo latente en el envés o parte inferior.
Retrona hacia el pecíolo vibrando como tambor,
su estípula revolotea el organismo sin contención.

Cristalizados copos de nieve los arbolados pulmones,
la pleura protectora se deshiela cuando en sí llueve.
Remos de madera congelada los bronquiolos verdes,
susurran a los creativos alveolos un verso breve.

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PODER NO DEPENDE DE NUESTRA CONDICIÓN FÍSICA O DE LO QUE NOS RODEA, PODER DEPENDE DE LA DISPOSICIÓN INTERNA DE CADA UNO. Y YO, ¡PUEDO!
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