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miércoles, 27 de abril de 2011

Vive como sepas

Lo primero de todo, quiero pedir perdón a todos mis fieles lectores a los que desde hace unos días no les tengo novedades sobre lo que siento. Pero ya he vuelto, seguiré dándoos esos escritos que tanto me gusta hacer y que hacen que yo me sienta mucho mejor cada día. Y todo gracias a la motivación y ganas que me aportáis sin daros cuenta. Solamente con unas visitas o con unos comentarios hacéis que esto siga siendo posible. Así que, gracias de nuevo.


A continuación, os intentaré transmitir algo con el escrito siguiente del que no sé como titular porque, como siempre, lo iré realizando con el ritmo de mis dedos que vayan dirigiéndose hacía la tecla indicada por mandato de mi cabeza sin ningún esquema mental previo ni nada por el estilo, simplemente mis sentimientos encima del teclado, delante de la pantalla y, por supuesto, plasmados en este espacio tan vuestro. Pues bien, que empiecen a moverse los dedos.

Rabia, impotencia, mala leche, angustia, enfado, tristeza, agonía, desesperación, soledad, ganas de cambiar mi vida, de desaparecer... Todo esto se produce en mis adentros cuando veo que aquello que tengo tan cerca, lo tengo tan lejos. Muchas veces me pregunto qué hago a tanta distancia, a infinidad de kilómetros, aunque eso que tanto anhelo lo tenga a escasos centímetros. Pienso en si en estos momentos estoy viviendo la vida como puedo o la estoy desperdiciando porque no vivo todo lo que podría. Siento que nadie podría curar esto, nadie, ni siquiera el más poderoso de los super héroes. También siento que la valentía no sirve para nada, excepto para afirmar cosas que intuías.

En muchas ocasiones, sueño, pienso, imagino... En ese momento, soy el chico más feliz del mundo. Todo es perfecto, acabas de entrar en lo que quieres para tu realidad. Cuando vuelvo a la cruda realidad, me vuelvo a enfrentar a todo aquello que me hace preguntar que qué hago estudiando, comiendo, bebiendo, respirando... si las cosas que verdaderamente deseo no las tengo.

Pero bueno, uno es demasiado optimista y sigue creyéndose que dentro de lo que cabe tiene buena vida. Pero es que, por regla general miramos a la gente que está peor para consolarnos de que nuestra vida no es tan mala como queremos pensar. Yo, que me gusta mirar todos los puntos de vista, me digo: "sí, vale tienes mucha mejor vida que otros muchos pero también tienes mucha peor vida que otros tantos, esto equilibra más o menos la balanza así que a seguir tirando y esperando que la suerte te sonría."

Ahora que ya he escrito es el momento de ponerle un título.



jueves, 14 de abril de 2011

Amor correspondido

La vida es complicada y confusa. La vida es errónea. Porque siempre hace que nos equivoquemos. Incluso en algo muy importante como es el amor, te nubla. Siempre nos ocurre que nos fijamos en esa persona inalcanzable, en esa persona que sabes que no te va a corresponder. Pero aún así lo intentas, no te rindes. Y la respuesta es la esperada, pocas veces te llevas la sorpresa. Así que te has fijado en alguien que no quiere eso de ti y entonces todo lo que has planeado o lo que has pensado en hacer con esa persona se pierde en el recuerdo de tu memoria.

Es muy común que aquella persona que te interesa, te ignore, pero al mismo tiempo se produce un contrario. Muchas veces alguien que está dispuesto a todo por ti, le ignoramos e incluso en muchas ocasiones no nos damos cuentas de que existe. Estamos tan ocupados en entregar nuestro corazón a esa persona que nos parece la adecuada que ignoramos a aquellas personas que te lo están entregando a ti. Pero esto es así, así es esta vida. Algún día, de repente, entregas tu corazón a alguien que también esta dispuesto a entregarte el suyo y es entonces, solo entonces, cuando se produce lo realmente maravilloso de la vida, el verdadero amor.

lunes, 11 de abril de 2011

Echar de menos


Muchas veces tenemos esa sensación de que nos falta alguien al lado, una persona muy importante de nuestra vida. Y es que en muchas ocasiones, echamos de menos a alguna persona que por situaciones de la vida llevamos un tiempo sin ver.
Esos pequeños gestos, rasgos, actitudes que tenemos en nuestra cabeza como si la imagen de esa persona nos hubiese condenado a recordarla muchas veces durante el día. Pequeñas cosas como oír esa risa destacada, oler su perfume en el aire, ver esa silueta que identificas desde lejos, palpar esa mirada o saborear ese momento maravilloso que pasa contigo.
Y tú, de mientras, pasando el rato como puedes intentando distraerte para que esa nostalgia se te pase un poco. Pero no, es un poco difícil, porque por mucho que te empeñes esa imagen suya sigue en tu mente y es entonces cuando no te queda más remedio que hacer todo lo posible por verla y aprovechar cada milésima de segundo a su lado.

jueves, 7 de abril de 2011

Sueños

Está demostrado que cada noche soñamos al menos cinco veces, de los cuales, dos o tres de ellos conservamos vagos recuerdos o imágenes. Los sueños son parte de nosotros. Es esa pequeña parte que nos demuestran aquello que desconocemos de nosotros mismos, cosas que se encuentran en nuestro interior o en nuestra conciencia pero que no sabemos que existen o simplemente las intentamos esconder hasta tal punto que incluso nosotros mismos no sabemos que las albergamos.

Son muy significativos. Cada sueño es soñado por un motivo, por una inquietud, por un pensamiento, por un miedo, por un sentimiento...

Un sueño puede provocarte ansiedad de que se acabe pero también puede provocarte el deseo de quedarte eternamente en él. Cuando se produce lo primero, probablemente estemos soñando algo que nos produzca terror, dolor o un sentimiento que nos haga sentir mal. Queremos despertar pero el sueño se hace cada vez más largo y ese sentimiento que nos produce angustia, va aumentando. Por otro lado, cuando se produce lo segundo, intentamos que el sueño dure lo más posible y disfrutar de cada segundo de ese sueño maravilloso. Nos sentimos como si estuviésemos en el mundo perfecto y es entonces cuando se produce la desilusión de despertar. Pero nuestra mente no se rinde y desea que se produzca el llamado déjà vu, es decir, que un día cualquiera después de olvidar ese sueño vivas eso en la realidad y sientas la extraña sensación de haberlo vivido antes. Pero esto es muy difícil, porque es muy probable que algo tan maravilloso para ti, ese mundo perfecto tuyo, no se pueda hacer realidad.

Por todo esto, yo he decidido vivir intensamente cada sueño, ya sea bueno o malo, porque cada sueño tiene su significado para nosotros mismos y si forma parte de mí, pues bienvenido sea.


viernes, 1 de abril de 2011

Valor

Todo el mundo, en algún momento de su vida, se hace la pregunta siguiente: ¿Por qué no tuve valor?

Y es que muchas veces no nos arriesgamos a decir o actuar de la manera que por dentro deseamos realizar.
Muchas veces nos tiramos horas y horas e incluso días y hasta meses, planeando algo que queremos hacer o decir. Lo calculamos todo, cada detalle. Estamos deseosos de que se produzca el momento de decir o hacer eso que tanto hemos planeado. Por otra parte, tenemos esa cosa por dentro que prefiere más tiempo para poder hacerlo todo más tranquilamente y quedarse aliviado de que no se escape ningún detalle.

Pero esto, todo esto, es un error. Es una pérdida de tiempo que lo único que hace es que no sepamos cómo actuar en el momento preciso. Y es que todo lo que has planeado, todos los detalles, ¡todo! no te servirá. Porque por razones ajenas a ti, todo saldrá inesperadamente. Y es entonces cuando nos ponemos nerviosos, porque notamos que todo lo planeado se ha ido al traste.

Desde este espacio, os aconsejo que no planeéis nada. Cuanto más planeadas están las cosas, peor salen. Sin embargo, está comprobado que, ya sea por fuerzas superiores a nosotros, por el destino o simplemente por casualidad, las cosas sin planear se hacen simples y salen mucho mejor.

Tened el valor de hacer que las cosas importantes se produzcan por sí solas. Y sobre todo, no os quedéis nunca con las ganas de realizar algo.
                                       

Guerra civil

Con una gran alegría os contaré la vivencia de la guerra civil de mi abuelo por parte de padre al que llamo “yayo” desde pequeño para diferenciarle de mi abuelo materno. Me ha conmovido mucho escuchar a mi yayo contándome todos sus recuerdos sobre esa etapa de su vida pero, más que por lo que contaba, por cómo lo contaba porque me transmitía una sensación entre angustia y tristeza que hizo que se me saltasen las lágrimas en varias ocasiones.

Comencé preguntándole, con idea de que se extendiese, que como lo vivió en plan general y él me respondió con mucho ímpetu, brevedad y muy seguro “¡en la miseria y con mucha hambre!” Es ahí cuando me di cuenta de lo mucho que le marcó esa etapa y lo mucho que sufrió. Él tenía apenas 10 años y tuvo que buscarse la vida para conseguir comida y para conseguir vivir. Tuvo que esquivar muchas bombas y me sobrecogió especialmente cuando me contó que vio rodar una cabeza de una mujer por la cuesta de Santa María, allí, en Cáceres. Otro hecho que nunca olvidará fue que vio a un anciano junto a sus dos nietos desolados por todo lo que estaba sucediendo en ese preciso momento a su alrededor, era tal el shock que tenían que el anciano decidió probar suerte quedándose junto a sus nietos sentados en un determinado lugar a la espera de que todo pasara pero en ese día tan amargo, el anciano y sus dos nietos no tuvieron la suerte deseada. Mi yayo vio pasar tres seres humanos aterrados a tres cabezas incrustadas en la pared por causa de una bomba. Aunque parezca mentira, gracias al susto que se llevó mi yayo al ver esas cabezas incrustadas, cayó en una especie de riachuelo al que no bombardearon y por el que logró salvarse. Toda la zona estaba siendo bombardeada pero al riachuelo no tiraron ninguna. Estos dos hechos, tanto el de la cabeza de la mujer rodando como el del anciano con sus dos nietos, fueron los motivos de la culminación de mi emoción al escucharlos. Y es que ¿cómo un niño de diez años puede superar ver una cosa así? Me parece grandioso que fuese capaz de seguir con su vida adelante después de vivir aquellos momentos tan duros.

Otra pregunta que le realicé fue el cómo se sintió al ver tanto sufrimiento a su alrededor, si sintió impotencia por no poder ayudar a los demás o por el contrario no podía preocuparse por ellos ya que ni siquiera su vida estaba en sus manos. Él me contestó que eso lo vivió con mucha pena porque aunque fuese un niño veía que era imposible ayudar a nadie, aquello era un caos. Me dijo que era una lucha permanente por sobrevivir, que tuvo que hacer cosas que ni nos podemos imaginar en estos tiempos y que incluso si intentamos yo y todos vosotros el ponernos en esa situación no llegaríamos a sentir tantos cúmulos de amargos sentimientos porque para sentir todo lo que sintió hay que vivirlo. Me dijo que para que me hiciese una ligera idea de todo aquello, que me iba a describir sus condiciones físicas. Enunció que iba descalzo, que sufría de una inmensa cantidad de piojos y que poseía la enfermedad de la sarna (ácaro que produce picores intensos en la piel). En el ámbito del hambre, me contó que no todos los días tenía la suerte de poderse llevar algo a la boca. Pasó días e incluso semanas sin tener la mínima comida. Se veía en la obligación de robar en los huertos ajenos por lo que adoptó el mote de “El Pipo”, pero lo de robar le duró poco. Lo más común era comer de las sobras que les daban en las colas de los soldados pero en muchas ocasiones tenía que conformarse con comer lo que se encontrase. Es penoso que un niño de 10 años tenga que verse en la situación de comerse una cáscara de plátano pisoteada. Me sorprendió cuando me dijo lo buenas que estaban las cáscaras fritas de patatas transmitiéndome que eso para él fue un manjar por aquel entonces. Otra anécdota respecto a la comida que me sorprendió por su astucia fue cuando me contó que asistían algunas veces, cuando se podía, a partos de burros y que para poder comer, les decían a los dueños de los burros que habían nacido muertos para poder llevárselos. Todo esto me hizo reflexionar para comprender que nunca sabremos lo que es pasar hambre, es más, hoy en día nos permitimos el lujo de elegir lo que comer cada día, cosa impensable en aquellos momentos.

Después de que me contara todo lo anterior, mi pregunta fue que qué hizo para evitar que le pasase todo aquello que estaba viendo que le sucedía a mucha gente a su alrededor. Él me contestó que cuando oían una sirena era el momento de huir porque llegaban los bombarderos a los que llamaban “los pavas”. Corrían hacía un refugio que era un castillo en la Plaza Socorro al lado de donde él vivía. Una anécdota respecto a esto fue que mi yayo conocía a un señor que tenía una pata de palo y, lógicamente, no podía salir corriendo. Este señor se quedaba en su casa teniendo la esperanza de que no le cayese una bomba y así fue, tuvo suerte y logró conservar su vida a pesar de que su casa fuese bombardeada con él dentro.

Cuando se acabó todo, ¿qué sentiste?, esa fue mi próxima pregunta. Y como si le hubiese quitado un peso de encima me respondió “¡un alivio muy grande!”. Me contó que le pasó algo muy curioso. Un señor que repartía pan blanco solamente a las personas adineradas, de ver que se había terminado todo ese sufrimiento y que mi yayo estaba muerto de hambre, le regaló medio kilo de ese pan que mi yayo se comió gustosamente y con mucha ansia después de todo el hambre que estaba pasando. También me contó que cuando terminó todo, mejoró un poco su vida porque pudo ponerse a trabajar como criado y ganaba tres pesetas diarias, muy poco sí, pero con eso conseguía poderse llevar a la boca altramuces, lo que ellos llamaban en Cáceres los “chochos”. Esto puede llevar a mentes bien pensantes y calenturientas a desviar el tema, pero no, los chochos son unos frutos secos amarillos y no una forma nueva de perversión.

Por último, le pregunté que si se arrepentía de algo de todo lo que hizo o si ahora piensa que debería haber actuado de otra manera. Con todas sus memorias transformadas en palabras me dijo que le dio mucha pena que mucha gente muriese pisoteada por ellos mismos. Era tal el caos que la gente que caía estaba destinada a ser pisoteada y a enfrentarse, posiblemente, a la muerte. El poder mantenerse en pie también era señal de conservar tu vida. Mi yayo intentaba salvar algunas vidas cogiendo a las personas de los pies para llevárselas a un rincón seguro y que dejasen de ser pisoteadas. Cuando lograba ver la cara a las personas a las que cogía para salvarlas, se daba cuenta de que ya estaban muertas por lo que dejó de intentarlo después de varios fracasos.

Así es como vivió mi yayo la guerra civil española, desde mi punto de vista, me parece heroico que lograse conservar su vida.

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