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viernes, 14 de mayo de 2021

Regreso a Roma mediante el acento sonoro de una voz italiana

Fue en el 2013, fue ayer. Hace ocho años sobrevolé Madrid, el Mediterráneo y aterricé en la capital italiana. De capital a capital, contemplando e interactuando con culturas semejantes pero diferentes. Hace veinticuatro horas lo volví a hacer, pero no me limité a Europa, también viajé por Asia a través del haiku y sus orígenes y técnicas. En esta ocasión no necesité billetes, tan solo escuchar a Inma J. Ferrero y a Nikola, su pareja. Qué placer el palpar de nuevo el idioma, indagar por su deducido vocabulario y reconocer palabras que no se acercan al castellano. Acordarme del emperador Vespasiano y de su recinto de luchas a muerte donde la humanidad parecía excesivamente perdida; también del Castel Sant'Angelo, túmulo levantado cuya construcción dirigió Demetriano por ordenanza del emperador Adriano, en el cual me adentré de noche cuando iban a cerrar y me maravilló. Así estuve ayer, yendo y viniendo por el mundo agarrado de las manos de estas dos personas que aprecian y potencian el arte.

Escribir a modo de haiku, como sucede en nuestro entorno occidental, difiere de la esencia cultural y emocional desde la cual se escribían los tradicionales en oriente. Me atrae de sobremanera ese sentimiento para con la naturaleza que conecta, como una fusión plena, la vida humana con la del planeta. Como consecuencia, cuando esto se produce de un modo profundo, se practica como hábito irremediable la contemplación detallada hacia el comportamiento y modificaciones del medio que nos rodee. Es casi como sentir lo que un rayo siente en el momento de verse obligado a traspasar un vidrio, o como arrugarse cuando lo hace por necesidad la morfología rugosa de los árboles. Es ser naturaleza, que es que parece que se nos olvida que lo somos los humanos. Empatizar con ella sin intereses, ni siquiera para que nos devuelva tal empatía, hacerlo por mera existencia.

Aprendí muchas indicaciones a tener en cuenta cuando me aventure a escribir algún haiku, pero entre ellas me quedo con el no usar verbos. Obviamente, encorsetarme dentro de esa estructura 5-7-5 sin rima. También me pareció importante saber diferenciar, por la intencionalidad del mensaje, entre un haiku (asombro por un suceso), un senryü (diversión por un suceso) y un zappai (ocurrencia sin suceso). Quizá este último sea el que más se acerque a la copla española por su flexibilidad y amplitud en métricas y temáticas diversas.

Experimentar, viajar. Quizá no sea cuestión de medios de transportes, a lo mejor se trata de mentalidades. Conectar va más allá de la presencia.

Feliz fin de semana.



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Abel Jara Romero

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