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miércoles, 1 de septiembre de 2021

La crudeza de algunos intervalos vitales

Isabel nos eleva por su escalera de caracol, o quizá nos descienda hasta dejarnos los pies, la mente y el alma sobre la realidad terrenal.

Arropa al tiempo primero, le confiesa ser hogar del cual escapar en ocasiones. 'No pensar qué habrá detrás de la ventana. No quieres saberlo.' Y es que 'eres materia en suspensión. Esperas.' Así sucede a veces, creemos que desaprovechamos intervalos temporales pero, realmente, maduramos nuestra existencia. Entre soledades decides estar con compañías reminiscentes, cual flashback. 'Pensé si serías el eco profundo de la cueva que guarda elementos de rescate'. Porque aunque sea por un ente invisible, por un metahumano transferido de la mente al mundo físico, a veces necesitamos que nos rescaten. Para eso también hay tiempo, tanto como ha de haberlo para rescatar a quienes lo precisen -y muchas otras veces incluso a quienes no lo precisan-. Yo también 'busqué la huella de quien pudiera abrazarme' y la vida me 'sorprendió con almas blancas'. Es lo que tiene el tiempo, sus intervalos, que contienen soledades y regazos al igual que sufrimientos y felicidades.

Por ello, también afloran vuelos. Vuelos plasmados en este título. Vuelos de todos y vuelos exclusivos. Vuelos como si fuésemos niños. Vuelos para huir cuando 'hay fuego al final del horizonte y el agua no pudo apagar las llamas'. 

Entonces aparecen ellas, se materializan las palabras entre nubes de algodón y de humo. Palabras habladas, palabras calladas y palabras de incógnito entre silencios. Y llega la personificación de términos como 'comunicación', 'aceptar', 'espuma', 'please' o 'atmósferas' que se crean con diosas como Afrodita, generadora de vida con su belleza y sensualidad. O su semejante romana cuando esta griega mira su reflejo y ve a Venus. Porque, como todos, dependiendo de sus intervalos emocionales no siempre se siente griega ni siempre romana. Tiene palabras de pensamientos entre los cuales vuela en tiempos diferentes siendo Afrodita y Venus. Combatiendo así las balas, evitando caer en trincheras. Toda una guerrera cuya valentía no hace falta ni nombrar por su evidencia. Quizá no es tan solo Afrodita o Venus, quizá también es Isabel e incluso su hija Raquel -quien le dedica unas palabras acertadas en la contraportada-. Dos mujeres que, como las mitológicas diosas, poseen latidos de fuego y latidos nocturnos. 

Todo concluye regresando de las luchas, de los cielos surcados y del propio tiempo, al papel para allí retomar apuntes. Entregada a ellos, crea su 'akelarre' natural con una 'escala musical sobre la hierba'. Y entre melodías yo también quiero ser, yo también quiero lograr 'el cuerpo y la mente en unicidad'.

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Abel Jara Romero

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