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miércoles, 14 de abril de 2021

La cronología de un padre trascendiendo a través de la vehemencia y sonrisa de su hijo

Ricardo Gullón fue un abogado y escritor de largo recorrido y catálogo literario (1908-1991). Junto a su primo, el poeta Leopoldo Panero, y junto a Luis Alonso Luengo, también novelista a lo largo de su vida, en plena adolescencia ya se aventuraron a crear una guía del lugar en que residían: Astorga. Pero aquel lugar no tendría exclusividad de su presencia ya que su familia era bastante cosmopolita y estuvo estudiando unos años en París, aprendiendo el francés. Cuando regresó a España, concretamente a Madrid, se sintió en la obligación de adentrarse como aprendiz de abogacía. Superó, siendo el tercero, las oposiciones para fiscal y ejerció tal profesión veintiocho años. No obstante, le es inevitable su interés paralelo por la literatura participando y creando proyectos atractivos para promoverla y, de paso, seguir creciendo como literato. Y será en 1955 cuando su afición supera a su profesión, pues es el propio Juan Ramón Jiménez el que le envía una carta ofreciéndole la oportunidad de ayudarle con sus obras y con su biblioteca. Ipso facto, pide una excedencia liberándose de toda carga judicial para iniciar una inmersión más plena en lo que realmente le movía: la lectura y escritura.

Habiendo cruzado el charco, habiendo mutado incluso su mentalidad por la influencia de Jiménez, habiendo muerto este, en 1962 le surge otra propuesta que acepta sin dudar: pasar un año de editor de un número de la revista de la Universidad de Austin (Texas), con la intención de deleitar al público americano con 'el arte español del siglo XX'. Esto claramente le abre otras muchas puertas.
Con tantos momentos fortuitos, tanto por quienes se le cruzaban en su vida como por los proyectos en los que se veía participando, su hijo, -quien entregó ayer toda esta aventura de una manera muy didáctica y cercana y, por ello, a quien le doy las gracias y mi enhorabuena-, le sonreía diciéndole 'no es que seas solamente hijo único, es que eres un hombre con mucha suerte'. Y es que claro, yo visualizo a Germán, ahí con diez añitos, viendo cómo su padre se ve envuelto entre personas influyentes y siendo testigo de tal evolución, por supuestísimo también por el entusiasmo y trabajo realizado, y me es imposible no preguntarme cómo hubiese sido Germán o el propio Ricardo si nunca hubiesen salido de Astorga o de Santander, donde nació Germán.
La vida es una sucesión de acontecimientos, pero también una sucesión de decisiones y persecución de sueños.
Pero la edad no perdona a nadie, aunque se puede hacer frente desde la expansión del alma. Y esto hizo Ricardo sus últimos años de vida: leyendo libros impresos en un tamaño de fuente muy grande, pintando y, cuando su vista ya le impidió todo ello, dedicándose a seguir ensanchando su interior e incluso intelecto mediante la escucha de música. Porque siempre hay opciones, porque cada capacidad bien usada puede conceder paz y autorrealización.

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Abel Jara Romero

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