Los protagonistas que escogió Antonio Infante Gómez para la exposición de ayer fueron Juan Rulfo y Juan Carlos Onetti, dos autores que llegaron a conocerse en persona pero cuyas trayectorias sin duda se diferenciaron. No obstante, también nos deleitó con pinceladas de otros grandes como cuando citó de María Zambrano 'La verdad pura humilla a la vida cuando no ha sabido enamorarla'.
Esta oración derivó en la aparición, dentro del discurso, de Dios y de la necesidad en el ser humano de crearle para incrementar el sentido de la vida. Y a colación con esto, dio voz al filósofo Steiner: 'La nostalgia del absoluto sólo puede sentirse desde la pérdida del sentir'. Y así, nos introdujo magistralmente el título de Onetti, "La vida breve" jugando con comparaciones pertinentes respecto a la forma desde la que creaba, bajo su visión, Rulfo.
Entre la fantasía que discurre en Onetti, de forma espontánea surgió mi predilecto Michael Ende y su obra "La historia interminable". Dos realidades paralelas, a la que conocemos, las que construyen estos autores para soñar otros mundos vivibles e irreales, pero que calan en el lector porque albergan de forma intrínseca facetas identificables de la naturaleza humana: cómo ciertas fortalezas pueden transformarse en debilidades y viceversa.
En cuanto a Rulfo y su realismo mágico, me llamó la atención que conmocionase tanto, que impresionase a tal nivel, a Gabriel García Márquez, como para leerse en dos días sus obras completas. Y aunque el autor de "Cien años de soledad" quizá sea más exuberante que Rulfo, lo cierto es que tiene mucho de él.
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Abel Jara Romero