Ayer tuve el privilegio de escuchar directamente a los hijos de la poeta divulgando con puro amor el arte de su madre. Uno de ellos, Eduardo Sánchez Gatell, trabajó en la Asamblea de Madrid y, que lo indicase, me hizo recordar una graciosa anécdota: un día de verano había quedado con una chica y habíamos decidido como punto de encuentro la Asamblea de Madrid. Llegué algo antes, detesto que me esperen. Uno, que es muy nervioso aunque parezca irónico por mi condición estática, suele amenizar las esperas dando vueltas por la zona mientras contemplo y reflexiono de todo y de nada. Total, que el hecho de recorrer unas cuantas veces la misma acera de la Asamblea de Madrid derivó, para mi sorpresa, en que se me acercase un guardia civil. Sé que por protocolo y seguridad cualquier cosa fuera de lo habitual tienen el deber de analizarla, pero perdonadme por estar por dentro muerto de la risa mientras respondía a todas sus preguntas. Pensé en la surrealista hipótesis de atentar yo, con mi silla de ruedas eléctrica, tal edificio. En un momento me imaginé con un artesanal armamentístico oculto en recovecos insólitos de mi descapotable eléctrico, todo ello accionándose con el botón de destrucción ubicado estratégicamente en la parte del joystick no visible... Sonrío de nuevo recordando la experiencia. ¡Pero si yo vi nacer tal edificio! Hasta tengo por algún sitio un maletín que se repartió en su apertura con una cinta VHS y folletos que pretendían transmitir su importancia para el barrio. Yo un peligro... con lo santurrón que soy.
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miércoles, 20 de enero de 2021
Mi quedada con una chica y Angelina Gatell
En fin, vayamos a lo que de verdad caló en mí de la tertulia literaria. Poética, esta vez. Se recitaron diferentes versos, lo hicieron distintas personas. Ello me envolvió en diversos universos emocionales, es increíble cómo cada tono de voz evoca sensaciones dispares. Además de cada mensaje y mundo propio de cada poesía, por supuestísimo.
También me gustó lo que apuntó
Sandra Santana
sobre la pérdida de inocencia de Angelina tras una vivencia tan dura como es la realidad bélica y sus consecuencias. Me gustó porque me hizo pensar en si la mente puede recuperar su estado saludable de antes de vivir todo ello cuando el tiempo pasa o, si en contraposición, rompe tanto y se impregna tanto que por mucho que vuelvan tiempos más de calma ya la personalidad se ha visto truncada de algún modo. Supongo que, como todo, depende de cada mente pero en algún grado afecta al pertenecer a la irremediable memoria de la existencia de esa persona. Pepo Paz Saz
también me devolvió una experiencia del pasado relacionada con el periódico Vallecas Calle del Libro
al hacerle referencia: el pequeño artículo sobre mi primera aventura literaria allá por el 2012, al lado de otro artículo más relevante de las mareas vallecanas, que con tanto cariño conservo. No puedo concluir sin admirar la perseverancia e ilusión de un equipo en torno a una obra, cuyo lanzamiento se propuso para 2010, y tras una década sale a la luz como reedición del primer libro de la autora otorgándole mérito y reconocimiento poniendo a la poeta de actualidad. Un equipo en el cual interviene también
Manuel Rico
, un tipo que me conmovió cuando se abordó el tema existencial de enfrentar la época vital en la cual miras a tu vera y ya no encuentras a tus mentores, pero tampoco a los de tu generación. Qué bello es proyectar amor de un modo tan profundo dando notoriedad al esfuerzo, a la creatividad y magia que contiene la esencia de un ser querido, sea familia o un entrañable conocido. Dar vida.
Publicado por
Abel Jara Romero
en
14:06
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El barrio vallecano de la capital española es el patio en el que juego y curioseo desde niño: sus árboles me inyectan la sabiduría del tiempo; sus miradores, puentes y cuestas me acercan al cielo que me conecta con el universo; sus carriles bici me brindan el placer de sentirme un poco más libre; su gentío me interioriza lo maravillosa que es la diversidad; y mi existencia dejando rastro por sus calles es la certeza de que pertenezco a una sociedad que me aporta y a la que espero aportar. No obstante, mi alma no se limita a una región, ciudad, país o continente, pues ella pretende enriquecerse ahondando en cada ser vivo que protege nuestro hogar llamado Tierra.
No soy mi nombre, no soy mi físico, ni siquiera soy lo que creo ser. Ando buscando de puntillas descubrir quién verdaderamente soy, pero es que cada instante conforma un yo con sus sutilezas y complejidades.
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Abel Jara Romero