Fue de la mano del escritor Rafael Soler, autor de títulos como "La fuerza de la gravitación emocional", "Ácido almíbar", "Maneras de volver" o, su último lanzamiento, "Necesito una isla grande", que nos adentramos otro martes en la aventura del aprendizaje literario y también existencial. Y es que se dio una ponencia muy dedicada a dar visibilidad a la necesidad de otorgar la vida que realmente albergan nuestros mayores y que, en muchas ocasiones, son desplazados sin elección a residencias donde la sociedad les impone la cruel insignificancia por apagar sus luces y sombras que tanto pueden servir de referencia para la construcción de vidas de las siguientes generaciones. Es desperdiciar sabiduría, humanidad, lecciones únicas por circunstancias concretas... es involución aceptada.
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miércoles, 21 de octubre de 2020
El reposo de las 'babies obras' y la marcha activista de nuestros mayores
En contraposición, nos brindó Rafael, por petición de
Justo
, una breve pero importante clase de escritura a los jóvenes tertulianos sedientos de fórmulas creativas. Entre otras pautas y consejos, nos insistió sobre el distanciamiento con las creaciones propias para dejarlas reposar y así volver a ellas con la suficiente objetividad para sentirlas dignas o no de publicación. Algunos de los asistentes de reconocida experiencia e intelectualidad, reconocían haber publicado manuscritos tras quince años macerándose. Parece mentira la calidad que concede a una obra la delicadeza del tiempo, pero sin duda tiene mucho sentido.
Publicado por
Abel Jara Romero
en
12:42
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El barrio vallecano de la capital española es el patio en el que juego y curioseo desde niño: sus árboles me inyectan la sabiduría del tiempo; sus miradores, puentes y cuestas me acercan al cielo que me conecta con el universo; sus carriles bici me brindan el placer de sentirme un poco más libre; su gentío me interioriza lo maravillosa que es la diversidad; y mi existencia dejando rastro por sus calles es la certeza de que pertenezco a una sociedad que me aporta y a la que espero aportar. No obstante, mi alma no se limita a una región, ciudad, país o continente, pues ella pretende enriquecerse ahondando en cada ser vivo que protege nuestro hogar llamado Tierra.
No soy mi nombre, no soy mi físico, ni siquiera soy lo que creo ser. Ando buscando de puntillas descubrir quién verdaderamente soy, pero es que cada instante conforma un yo con sus sutilezas y complejidades.
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