Ayer estuve viendo, desde el disfrute pero también desde los ojos del artista, la película protagonizada por el gran actor Rusell Crowe, la tierna Kylie Rogers, mi admirada Amanda Seyfried y el guaperas de Aaron Paul. El film proyecta la vida de un escritor que pierde a su mujer en un accidente de tráfico, el cual a él mismo le deja severas secuelas. Pese a todo, no se deja vencer por la vida y coge las riendas intentando mejorar su salud, luchando por dar todo el cariño del mundo a su hija y persiguiendo, además, defender su estilo de vida como literato. Por otro lado, el director se involucra en mostrarnos, en paralelo, las consecuencias que deja emocionalmente a una niña pequeña una infancia de tal calibre. En este caso, es la sexualidad la faceta que se manifiesta como punto inestable del personaje de la niña transcurridos 25 años. También existe una repercusión positiva que puede pasarse por alto, ella ha decidido trabajar ayudando a niños.
En toda historia hay varias historias irremediablemente, pero este modo de contar diversas realidades interconectadas utilizando como recurso los saltos de tiempo, me parece muy potente por su dinamismo y credibilidad. También me atrapó cómo plasma la necesidad de un escritor de dedicar verdadero tiempo a escribir, equilibrado con buscar esa autenticidad y magia exclusiva de cada creador. Por si fuera poco, cuenta una tercera realidad, que se complementa en el personaje de Rusell Crowe, proyectando la falta de empatía social cuando más se necesita. Eso que por desgracia tanto ocurre, que en lugar de apoyar se culpabiliza o incapacita a personas que tienen tanto bueno para dar y se les arrebata las oportunidades para materializarlo, la mayoría de las veces esto sucede por dejarse dominar por el miedo, por querer controlarlo todo creyéndose con el don de lo correcto.
Seguramente yo esté teniendo mis propias repercusiones de la infancia, sólo espero tener el coraje suficiente para combatir contra las negativas. Que empiece una semana repleta de victorias saludables para crecer como seres.
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Abel Jara Romero