Por fortuna, el tiempo compartido con esta pedazo actriz de teatro no tuvo una duración similar a la de estas modalidades del bello arte tras abrirse el telón. Pudimos estar tres provechosas horas entre complicidades, risas y reflexiones sociales y artísticas.
Me llamó la atención la capacidad para comprimir y adaptarse interpretívamente cuando tiene esas brevísimas actuaciones, frente a las desahogadas y disfrutonas de hora y media. Porque no es tan solo el trabajazo previsto y el imprevisto, sino también el extra de, en tan poco tiempo, conseguir que su personaje sea creíble en el recorrido de los tres tradicionales actos. Realizar esa evolución, o involución según el papel, sin que el tiempo imponga forzosamente que sean notorios saltos o rostros incongruentes entre escenas. ¿Lo que me pareció una verdadera lástima? Que hoy día la industria apueste más por personas perfiles o rostros con seguidores detrás, antes que por actores/actrices que se han formado, dedican su ilusión y aptitudes al arte, y, sobre todo, que son talentosos/as. Mientras el dinero se priorice a la grandiosidad humana para crear, interpretar y dejarnos sorprender, estaremos retroalimentando un mundillo artístico cada vez más limitado, comercial e interesado. Si esa es la esencia en la que queremos cimentar el futuro... ¡vamos por la senda adecuada!
Feliz día.
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Abel Jara Romero