He ido al médico. Estoy seguro que no les importa mi existencia ni mi ausencia, soy un simple número poblacional. Sé que tengo algo, no sé el qué. No me hacen caso, se limitan a recurrir a mi historial clínico como excusa. Todo es por lo ya diagnosticado, lo demás me lo invento para llamar la atención, dicen. No se involucran, no me realizan pruebas. Me mandan para casa como un vagabundo al que nadie comprende porque no trabaja, tan solo me ignoran.
La sociedad se mueve sin mí, nunca me ha aceptado. Disimulan con sonrisas escaparate, pero ninguna me compra. Se ha empeñado en marginarme, soy demasiado débil para aportar. O, quizá, demasiado gris. No soy útil, soy una piedra humana y ni mi apariencia me concede una oportunidad. Me he acostumbrado, lo asumo sin más. Soy como el hombre o la mujer invisible, pero sin la virtud de defender de los malos a la humanidad. Invisible, ya está.
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Abel Jara Romero