"Cuando un Sol se funde, una Luna se ilumina. Que entre tu Luna y la mía sostengamos juntas nuestras vidas".
Abel Jara Romero
"Cuando un Sol se funde, una Luna se ilumina. Que entre tu Luna y la mía sostengamos juntas nuestras vidas".
El barrio vallecano de la capital española es el patio en el que juego y curioseo desde niño: sus árboles me inyectan la sabiduría del tiempo; sus miradores, puentes y cuestas me acercan al cielo que me conecta con el universo; sus carriles bici me brindan el placer de sentirme un poco más libre; su gentío me interioriza lo maravillosa que es la diversidad; y mi existencia dejando rastro por sus calles es la certeza de que pertenezco a una sociedad que me aporta y a la que espero aportar. No obstante, mi alma no se limita a una región, ciudad, país o continente, pues ella pretende enriquecerse ahondando en cada ser vivo que protege nuestro hogar llamado Tierra.
No soy mi nombre, no soy mi físico, ni siquiera soy lo que creo ser. Ando buscando de puntillas descubrir quién verdaderamente soy, pero es que cada instante conforma un yo con sus sutilezas y complejidades.
"Tu constante presencia en mi alma provoca que mi razón se tambalee".
El barrio vallecano de la capital española es el patio en el que juego y curioseo desde niño: sus árboles me inyectan la sabiduría del tiempo; sus miradores, puentes y cuestas me acercan al cielo que me conecta con el universo; sus carriles bici me brindan el placer de sentirme un poco más libre; su gentío me interioriza lo maravillosa que es la diversidad; y mi existencia dejando rastro por sus calles es la certeza de que pertenezco a una sociedad que me aporta y a la que espero aportar. No obstante, mi alma no se limita a una región, ciudad, país o continente, pues ella pretende enriquecerse ahondando en cada ser vivo que protege nuestro hogar llamado Tierra.
No soy mi nombre, no soy mi físico, ni siquiera soy lo que creo ser. Ando buscando de puntillas descubrir quién verdaderamente soy, pero es que cada instante conforma un yo con sus sutilezas y complejidades.
¡Sentimentaloides! El pasado 23 de octubre cogí un vuelo a las 7:05h. de la mañana rumbo a Roma, Italia. Surcando los cielos, atravesando las nubes que provocaban turbulencias en el avión y sobrevolando el Mar Mediterráneo, me preguntaba cómo viviría aquellos seis días que me esperaban en esa formidable ciudad...
Socialmente, nada más llegar a Italia, me sorprendió gratamente el trato humano y desinteresado. Y esto se fue confirmando tras recibir gestos amables de distintas personas que dicen mucho y muy bueno del pensamiento y sentimiento italiano. Facilitarnos información muy útil antes siquiera de preguntarla, tener un trato muy amigable o, lo que más gracia nos hizo pero que ello no resta que fue un gran gesto, que personas que iban detrás nuestra a una distancia considerable se fijasen en el detalle de que alguien dejó un coche justo en la zona habilitada en los cruces para sillas de ruedas y que, ya habiéndonos apañado para cruzar, nos giremos y veamos a esas personas pintándole los cristales al coche advirtiéndole del error y subiéndole los limpiaparabrisas como "sanción".
Respecto a la belleza y estética de la ciudad, ¡qué decir! Cuidan mucho las estructuras de los edificios, sean o no, de gran interés. Por la noche es asombroso, destacando la zona del Castelo Sant' Angelo que es único y digno de contemplar, tanto por dentro como por fuera. Las vistas desde distintos puntos en los que se pueden disfrutar son inspiradoras por ese paisaje medieval con contrastes modernos. Las iglesias, basílicas y demás edificios religiosos son merecedores de nombrar por el trabajo, creatividad y originalidad que transmiten. Por supuesto, las esculturas repartidas por la ciudad la embellece enormemente, destacando la de Moisés de Miguel Ángel Buonarroti que, según cuenta la leyenda, al acabarla Miguel Ángel golpeó la rodilla derecha de la escultura de mármol diciéndola -¿por qué no me hablas?- indicando que había sido su obra más realista.
De Roma he traído muchos recuerdos, para mí y para otros, pero más valioso es saber que, desde aquel viaje, tendré contacto con dos pedazo de personas que se han subido al mar de mi vida, Juanma y Ana. Desde aquí, mandaros un enorme saludo.
El barrio vallecano de la capital española es el patio en el que juego y curioseo desde niño: sus árboles me inyectan la sabiduría del tiempo; sus miradores, puentes y cuestas me acercan al cielo que me conecta con el universo; sus carriles bici me brindan el placer de sentirme un poco más libre; su gentío me interioriza lo maravillosa que es la diversidad; y mi existencia dejando rastro por sus calles es la certeza de que pertenezco a una sociedad que me aporta y a la que espero aportar. No obstante, mi alma no se limita a una región, ciudad, país o continente, pues ella pretende enriquecerse ahondando en cada ser vivo que protege nuestro hogar llamado Tierra.
No soy mi nombre, no soy mi físico, ni siquiera soy lo que creo ser. Ando buscando de puntillas descubrir quién verdaderamente soy, pero es que cada instante conforma un yo con sus sutilezas y complejidades.