Ella, ávida y coqueta le sonrió, mientras danzaba y daba giros sobre sí misma, como si se tratara de la muñeca dentro de una caja de música.
Aquel hombre que había rezado tantas y tantas noches por tenerla a su lado, no podía creer que por fin sus sueños se cumplieran. Pensaba que era un sueño, que la liviana silueta femenina que tenía delante era solo producto de su desesperado subconsciente, hasta que ella le tocó.
Irene Comendador.
Libro: "Sé que estás ahí" - Relato: "Por fin apareces".
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Abel Jara Romero