Todo sucede sin querer, cuando menos me lo espero. Puede que en ese momento esté hablando por teléfono o escuchando música, incluso puede que me disponga a indagar sobre mis pensamientos mientras me cobijo en el regazo de la ventana de mi habitación con el cielo oscurecido porque la noche quiera ser testigo del momento. No sé lo que me pasa, no entiendo lo que me lleva a hacerlo. Pero es cierto, lo siento como una obligación. Es como si la inspiración llamase a la puerta y no fuese capaz de dejarla fuera. Tengo que dejarla entrar, me exige pasar. Da igual lo que esté haciendo, mi cuerpo se dirige al ordenador y yo no puedo evitarlo. Pero ahí no queda la cosa, va más allá. La inspiración me posee, juega con mi cuerpo como si una marioneta yo fuese. Tiene una parte favorita, mis manos, concretamente mis dedos. Los maneja a sus anchas y los esclaviza a realizar largos viajes por el relieve del teclado. Yo soy ajeno a todo esto, mi cerebro apenas le da tiempo a reaccionar, simplemente se rinde y espera a que todo termine. Los dedos siguen sin parar de vagar por el paraíso de las letras y símbolos de cada tecla. El ritmo comienza a fluir entre las palabras, es puro sentimiento. La inspiración se queda satisfecha, ya se ha ido y yo me dispongo a leer lo que ella ha dejado frente a mis ojos. Siempre me sorprende, a veces, hasta consigue que expulse alguna lágrima de emoción. Es invencible, ella siempre gana y mi cuerpo lo acaba dejando todo cuando ella, la inspiración, vuelve.
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sábado, 13 de octubre de 2012
"La poesía, un sentimiento".
Publicado por
Abel Jara Romero
en
17:15
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El barrio vallecano de la capital española es el patio en el que juego y curioseo desde niño: sus árboles me inyectan la sabiduría del tiempo; sus miradores, puentes y cuestas me acercan al cielo que me conecta con el universo; sus carriles bici me brindan el placer de sentirme un poco más libre; su gentío me interioriza lo maravillosa que es la diversidad; y mi existencia dejando rastro por sus calles es la certeza de que pertenezco a una sociedad que me aporta y a la que espero aportar. No obstante, mi alma no se limita a una región, ciudad, país o continente, pues ella pretende enriquecerse ahondando en cada ser vivo que protege nuestro hogar llamado Tierra.
No soy mi nombre, no soy mi físico, ni siquiera soy lo que creo ser. Ando buscando de puntillas descubrir quién verdaderamente soy, pero es que cada instante conforma un yo con sus sutilezas y complejidades.
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PODER NO DEPENDE DE NUESTRA CONDICIÓN FÍSICA O DE LO QUE NOS RODEA, PODER DEPENDE DE LA DISPOSICIÓN INTERNA DE CADA UNO. Y YO, ¡PUEDO!
Es una de las pocas cosas que me ha transmitido algo, de todo lo que últimamente leo. Es más, me he sentido hasta algo identificada jaja
ResponderEliminarSigue así! ^^
:)
Sílvia, es muy grato leer esas palabras. Me es muy satisfactorio saber que aquello que siento y convierto en palabras llega a diferentes personas. Un abrazo.
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