Frondosa mirada enmudecida por las lágrimas, recoge su alma en el baúl de la recóndita esencia que aún no completa su interior. Sola frente a un universo introspectivo que le provoca sentirse sola hasta por su propia soledad. Un bucle en el que ha permanecido y parece ya confortable por la ausencia de anhelos, objetivos y lazos. Su vida es un juego eterno en el cual siempre pierde y ese es su premio con el que se regocija para continuar perdiendo. A veces la pérdida le sabe a poco y degusta con esmero el placer de hacerse sufrir, así se incrementa el sentimiento que le desespera por no ser nunca pleno de dolor. La nada y la muerte le dan la espalda de tan enrevesada y oscura creación. Una existencia con morfología humana tan solo en exterior.
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Abel Jara Romero