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miércoles, 2 de marzo de 2011

La pérdida (II)

Hace unos días escribí y plasmé, aquí en mi espacio donde desarrollo lo que siento y cómo me siento, una de las entradas (el comienzo de una interminable saga) que es y será la más especial para mí. Hablo de la entrada denominada y titulada "La pérdida".

En ella, dije cómo veo la vida y cómo me siento después de haber perdido a una persona muy importante en mi vida, mi abuelo. Hablé de lo bueno que fue en tantos aspectos, entre ellos, enuncié lo buen escritor que era. En esta entrada, me centraré en este aspecto suyo.

Ahora mismo, en este preciso instante, tengo ante mí uno de sus mayores tesoros y que para mí también lo será siempre, su libreta llena de poesías escritas a máquina. Lo pienso, y creo que se sentiría muy agradecido y muy contento de poder poseer ese aparato que le permitía escribir más claramente. Él, escribía mucho por las noches, era ese momento de tranquilidad suyo en el que expulsaba, a través de la escritura, todos los momentos que vivía, todo aquello que sentía. Por todo esto, es para mí un gran honor y algo muy grandioso poder tocar con mis dedos esta maravillosa recopilación de versos.

En este maravilloso mundo, que para mí es esta libreta con estas poesías, se presentan diversos temas. La mayoría de los poemas son de amor, ese sentimiento tan raro que te puede hacer sentir como la mejor persona del mundo pero que al segundo siguiente te puede hacer sentir como el ser más desgraciado. Otro tema muy común es la sociedad, mi abuelo vivió muchas desgracias por aquél entonces e intenta describir todo aquello, incluso en sus poesías intenta dar lecciones de lo que son los valores humanos dirigiéndose al "generalísimo" Franco.

Pero mi favorita de todas ellas es la que hizo refiriéndose a mí. Y es que, me he tirado 17 años viéndole a menudo y nunca he sabido que era un gran escritor. Ha tenido que ocurrir la desgracia de su fallecimiento para yo saber esto. Cuando me dijeron que había escrito poesías y que entre ellas una era referente a mí, me poseyó ese sentimiento de ansia por leerla. Así que, yo insistía en que la buscaran para yo poder leerla pero entre tantos papeles no se encontraba. Entonces, encontraron esta libreta en la que era insospechado que estuviese la poesía que hablaba de mi, ya que, se creía que esa poesía estaba en una hoja a parte. Aún así, algunos miembros de la familia buscaron en esta libreta la poesía por si acaso, pero sin éxito. Después de que dos personas ojearan la libreta e intencionadamente buscaran la poesía sin éxito alguno, me dispuse a leer algunas de las poesías de la libreta para ver la forma de escribir de mi abuelo. Al cabo de siete páginas y a la sorpresa de todos, yo que leía sin intención de encontrar la poesía e incluso convencido de que no se encontraba en esta libreta, hallé la tan deseada poesía. Fue algo especial, ya que, parecía destinada a ser encontrada por mí porque casualmente las anteriores personas se habían saltado esa página.

Cuando vi mi nombre en la última palabra del segundo verso de la poesía, me di cuenta de que era esa aquella poesía tan buscada. Empecé a leerla en alto y llegando al segundo verso de la tercera estrofa me vi obligado a dejarlo ya que la emoción me invadió y para que no me viesen en ese estado los allí presentes, dije como pude que la leería más tarde. La emoción llegó a mí solo de imaginarme a mi abuelo frente a la máquina pensando en todo lo que dice la poesía, eso me conmovió. Cuando por fin me sentí con la fuerza de seguir, volví a leerla con la diferencia de que en esta ocasión leía de forma personal, solo y en voz baja, concentrado en cada letra, poniendo mis cinco sentidos en aquella poesía e imaginándome a mi abuelo escribiéndola. Imaginaros cómo me pude sentir al leerla.

Tengo un nieto, el tercero,
de nombre se llama Abel,
nació fuerte y robusto,
ahora ya no lo es.


Yo digo que es la vacuna
la culpable de su estado,
los médicos que es la columna 
y otro nombre que le han dado.


Ahora él quiere andar,
no lo permiten sus fuerzas,
la trivalente le ha impuesto
esa terrible frontera.


Yo estoy convencido
que pronto podrá correr, 
hay muchos que lo queremos 
y Dios lo querrá también.
                  
          FRANCISCO ROMERO NUÑEZ


Fue un hermoso orgullo lo que sentí y lo que siento cada vez que leo esto. Y acaba de ser un orgullo reescribirlo. Es una poesía que me sabré de memoria siempre. Cada día estoy más seguro que mi afán, mis ganas y esa cosa de que me encante escribir me ha sido transmitida por él. Es increíble poder tener este espacio para hacer esta entrada así como fue increíble para mi abuelo poseer una máquina de escribir.

Una vez más os dejo con un trocito de mí.

                                        

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Abel Jara Romero

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